Pero, ¿y si no? Si no nos viéramos como nos vemos, ¿la ocultaríamos? Siempre me ha parecido un misterio de dónde coños viene ese cuento de estar quitándose los años y debe haber una sola respuesta, porque todos nos edadeamos unos a otros. Sí saben, ¿no? Edadear, del latín edad; y dedear, del castellano señalar, jajajajajaja.
Cito ejemplos:
“¿Cómo te vas a poner eso? Ya no estás en
edad.”
“¡Deja de estar surfeando! Ya no estás en edad.”
“¿Neta vas a ir a ese antro? ¡Pos si ya no estás en edad!”
Y así sucesivamente…
En lo más profundo de nuestra conciencia traemos tatuado el qué, dónde, cuándo y cómo se debe comportar una persona según su edad; pero revisitemos las fotos de nuestras abuelas y bisabuelas: tenían 32 y parecían de 63.
EDAD…
Hoy no somos los mismos humanos que éramos en el siglo pasado. Hoy vivimos más, envejecemos menos, florecemos más tarde, nuestras vidas son más ricas y complejas, y la cereza en el pastel es el acceso que tenemos —hoy más que nunca— a un sinfín de herramientas que verdaderamente pueden hacer que paremos o, por lo menos, alentemos el tiempo.
Mi hermana Eugenia dice que nada le enchila más que el dicho ese de que la edad es un número, porque es mentira. Dice que ella ya necesita lentes, que no se puede hincar igual y que una desvelada ¡la mata! Jajajaja- jaja. Pues sí, pero también es cierto que hay jóvenes con actitud anciana y ancianos bien jovialotes.
Por eso decidimos hacer esta edición con la misión de que lo de afuera refleje la edad interior, y que si lo de adentro está envejecido, encontremos las maneras de reparar lo que se pueda o, al menos, detener el tiempo.
Soy la más pro de sentirnos orgullosos de la edad que tenemos. ¡Estamos vivos and We’ve Come a Looong Way! Pero también soy de la firme opinión (y lo saben) de que a los 20, 36, 48 o 93 SIEMPRE hay que hacer todo lo que se pueda para vernos y sentirnos como la mejor versión de nosotros mismos.
¡Que la disfruten, jovencitos!
